Esta es una nota que escribí hace mucho tiempo, y de vez en vez le doy un vistazo para encontrar algo nuevo en qué pensar o detallar qué tanto habré cambiado en cuanto a qué. La nota la titule: «Mi gente».


Mi gente la ha conformado todas aquellas personas que cada mañana se levantan con la idea de ser más creativos que el día anterior. Cada día ingenian nuevas técnicas de cómo lograr llevar el pan a sus mesas. Han sido personas que después de una taza de café bien calientito, y muchas veces de pedirle a Dios fuerzas para ese día que les espera, salen a la calle a enfrentarse con situaciones económicas, psicológicas, familiares, y hasta políticas para llegar a un «tigre» que tienen que ‘matar'».

Durante el transcurso del día, mi gente «cuadra» el tiempo para tantas cosas que ní ellos se dan cuenta. Desde que se levantan hasta que se van a dormir, ellos nunca dejan de estar en un «corre-corre» y sentirse sumamente «ajetreados». Tienen tiempo para planear sus sueños, y a algunos hasta les sobra el tiempo que lo dedican para planearle el del vecino.

Mi gente han sido personas sencillas ejerciciendo carreras difíciles en la vida. Han sido doctores en cada una de las enfermedades de sus familias. Dan consultas psicológicas gratuitas al amigo «agobiado» por las situaciones. Han sido ingenieros de almas derrumbadas por los golpes de la vida. Han sido personas que nunca les he dejado de escuchar una canción que los identifica y refleja sus más profundos sentimientos. Han sido excelentes jurados -les gusta conocer las 2 partes de un suceso antes de emitir un juicio-. Y los más intuitivos son aquellos que tienen la certeza de saber el por qué «las cosas son como son».

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Mi gente combina a todos esos seres especiales que me han enseñado cómo los mínimos detalles son cajitas de sorpresas. Me han enseñado también, aunque no sorpresivamente, que las mejores actitudes para las cosas son gracias a un sorbito de empatía. Han sido personas de las que aprendí que si es con vino en «los cafés» o con cerveza en el «patio de tu casa», con un «palito» de alcohol siempre aparece una buena historia. Aprendí de ellos que pidiendo puede ser la única manera para obtener las cosas. Y tras haber perdido algo o a alguien, les noté que como humanos somos unos agradecidos incondicionales.

Los gustos de mi gente, en gran manera, han aportado un pedacito al estilo de mujer que soy hoy en día. Mi gente se refleja en los momentos que disfruto mi taza de café, cuando leo el periódico en la mañana. Me hacen recordarles cada vez que paso mis ojos por la sección de empleos y parece que les escuchara decirme que lea «pa’ ve que hay de bueno». No hay día que no deje de preguntar por el bienestar de alguien porque sé lo agradable que es sentirse apreciado al menos por un momento. Río al recordar sus estilos de vida; a quienes les gusta estar al día y buscan la manera de «enterarse» de lo que pasa. Ellos son seres tan sociables por naturaleza que con el simple hecho de salir a la puerta de sus casas, otro que estén pasando por allí saben que tienen algo nuevo que contar. Y si por casualidad, las distancias les impiden expresarse con claridad, ajustan el tono de voz con facilidad con tal de  «ser entendidos».

Mi gente han sido personas agradecidas, les gusta que les ayuden en las cosas que desconocen, y para demostrarlo saben que no se necesita dinero para pagar ese agradecimiento; muchos lo hacen con la profundidad de una mirada. Y han habido a quienes les escuché un poco de amor cuando me hacían saber del modelo de persona que querían como ejemplo para un ser querido.  Tanto son los estilos de vida que lleva mi gente, sin embargo tienen algo en común: luchan por las cosas «cueste lo que cueste» y «todo por los hijos». Esto les dá fuerzas para estar positivos que hasta el vecino se contágia de tambien querer hacerlo.

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Mi gente ha sido aquella tan llena de vida cuando les pregunto por sus ilusiones; tan llenas de amor cuando las crean. Salen a vender no sus trabajos, salen a vender esas ilusiones. El vender cafe, ropa para bebés, empanadas, productos cosméticos, bisutería, y tantas cosas, han sido tan solo una muestra del empresario criollo que llevan por dentro. Algunos con sus finanzas tán básicas aún así contentos se asombran de ver «cómo salió pa’ tanto», pero también otros, no tan bien, que se asustan de «lo que deben y no han cobrado». Toda esta ha sido mi gente. Cada día inconscientemente alguno de ellos llega a mi mente. Con su estilo, con su hablar, con sus historias o ‘cuentos’, con sus miradas y hasta con sus mañas, siempre disfruto recordar a alguno de ellos.

Esta ha sido mi gente, de quienes aprendí que todos estamos llenos de sorpresas  que nos hacen especiales. Las que siempre me recuerdan vernos como una bandeja de postrecitos para probar- que no nos grarantiza si al morderlos nos va a gustar o nó – pero que claramente nos dice ‘no tirar’ porque no sabemos cuando, en un inesperado momento, un amargo chocolate es mejor que nada.

Dios, Gracias a Tí por darme la oportunidad de rodearme de toda mi gente y aprender a través de ellos a ver el mundo que yo quiero.

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