Salud

Recordando mi camino en la búsqueda de un equilibrio durante mi maternidad ‘moderna’

Recordando mi camino en la búsqueda de un equilibrio durante mi maternidad ‘moderna’

Porque después de todo, al igual que muchas mujeres, mi gran deseo y enfoque también fue sentirme con un poco de armonía dentro del caos que claro trae esta experiencia para algunas.

La maternidad, en lo que ahora llamamos la era moderna, bien sabía que iba a ser similar a una actuación en la cuerda floja, donde caminaría con incertidumbre, pánico quizá, y nada de cuidadoso equilibrio. Luego de enterarme que quedé embarazada… fue una hermosa emoción, no lo niego, pero así mismo al ir pasando los días era encontrarme pensando en tantas cosas como prepararme para alimentar y educar a mi familia al mismo tiempo que no dejaba de perseguir mis aspiraciones personales. Admito que en mucho de ello fui tan ilusa pero muy muy amorosita.

Hoy día, cuando pienso en esos meses que viví viendo mi barriguita crecer, y ahora que al pasar el tiempo observo el adolescente que tengo, no dejo de considerar las tantas cosas por las que pasan unas madres. En esta sociedad se espera tanto que las madres hagamos… quizá muchas ya se han convertido hasta en expertas de cual malabarismos requieran para cumplir los multiple roles que le caen a uno al parir. Cambiamos sombrero de entre cuidadoras, sostén de la familia, emprendedoras, estudiantes, madres, esposas, y más. Y a veces parece tan cruel sentir que nos encontramos en conversaciones entre mujeres en donde se nos olvida por todo lo que pasamos durante el embarazo y el postparto. En nuestras conversaciones en ocasiones tan generalizadas y sesgadas maltratamos el esfuerzo que muchas mujeres ponen por mantener una apariencia de cordura, sensatez, responsabilidad, en un mundo en donde insistentemente muchas de nosotras mismas mujeres se lo hacemos a otras tan caótico.

Es tan frecuente escuchar de entre tantas madres cómo la presión de «hacerlo todo» y desear «hacerlo bien» llega a convertirse en una vivencia tan dolorosamente abrumadora -se hace traumático para algunas verse ‘mamá’. Y no es para menos, el comprender porqué a otras mujeres imaginarse madres les asusta y aflige: esta experiencia a menudo deja a tantas mujeres sintiéndose agotadas y luchando con dudas a cada instante, y con pensamientos que creen sin sentido, y solas. Y en retrospectiva puedo sin embargo agregar que, en medio de ese caos que la experiencia de ser madre puede traer, también existe una gran oportunidad para el crecimiento bonito, la resiliencia en compañía, el autorespeto y el autodescubrimiento divino.

Esta constante jodida de pretender lograr algo ‘perfecto’ o ‘bien’ en alguna de las cosas que hacemos como madres, ocupa un lugar dominante en la mente de muchas de nosotras. Aunado a ello, las expectativas sociales y escudriñamiento incesante de ejemplos a seguir como ideales -que son inalcanzables y absurdos- parecen prolongarle a una los pensamientos de un balance incongruente.

Recuerdo con mucha gracia durante esos días como, sin querer queriendo, una participaba en charlas en donde la presión para sobresalir bien en algún aspecto de la vida, al mismo tiempo le hacía a una sentirse inadecuada en cuánta cosa nueva experimentaba y consumida por las dudas (¡por favor! si es que de bromas y lográbamos dormir, con los bebés; el cerebro de vaina funcionaba para recordarnos que estábamos solas en algún momento en casa con pánico a quedarnos profundamente dormidas con un bebé en brazos. ¡Era para locas!).

Sin embargo, algo bonito, esperanzador, conmovedor de hecho, era congeniar con otras madres primerizas y en intercambios de palabras reconocer lo crítico de entender a la perfección como un momento ilusorio, un bloqueo mental que nos alejaba de vivir esos instantes llenos con mayor confianza de que todo iba a estar bien. De que lo hacíamos bien. Fueron días tan de sustos y tan lindos al aprender sobre autoaceptación y autocompasión desde otro ángulo de la vida.

Vernos mamitas nos hace a algunas abrazar con gran intención que estos desafíos también eran un camino hacia liberación y empoderamiento, que tanto dicen: Te liberas de lo que no te funciona ya, te organizas como puedes porque necesitas hacerlo a como de lugar, y esa intención te saca, de una u otra manera, un poder de creer en y desarrollar tus capacidades- a otros niveles-. Porque a tu hijo, entre tantos ejemplos que se escucha decir, “nadie lo defenderá, lo protegerá o cuidará mejor que tú”. Es un poder de mamita.

Vamos luego creciendo como madres en un nuevo mundo mental en donde intentamos, ¡claro que intentamos!, dejar de lado esa necesidad de pretender controlar cada cosa y, más vale, mandar mucho al carajo, rendirnos ante cualquier flujo (consejos de toda amiga) que nos muestre un poquito de organización y atención pronta. Dejamos ir algo que agota, pero parecemos a veces abrazar otras cosas que al final también agotan… ¡una quiere mucho dormir! De esa experiencia recuerdo que prioricé junto a mi esposo, en ese momento mi gran apoyo, darnos la tranquilidad en casa de ir atendiendo lo crítico y urgente de momento como fuese sucediendo. Cero visitas. Aunque se atesora un ordén en tantas áreas de la vida, se acepta la naturaleza desordenada y predecible de estos momentos de maternidad/paternidad. Habían días donde fue bello, y no me da pena compartirlo, llegar a tu casa y ver cuánto desordén imperfecto te rodeaba por la integración de un nuevo ser en tu vida … ¡mi familia!

Eso de la búsqueda del equilibrio mira que enloquece a ratos intensamente. Decía un autor en uno de los libros que leía durante mi embarazo que esta etapa era como “aprender a bailar en el caos solo o en pareja”. Entre días caóticos y abrumadores, habían treguas que nos permitían fluir con facilidad y gracia.

Y en lo del supuesto cuidado personal… creo que en donde más me enfoqué, y lo disfruté, fue en establecer límites con todo y todos: protegí como pude mi bienestar mental y emocional. Era esencial, porque, como mujer me faltaba a ratos el contacto de otra mujer para reir, o desahogarme, o que cambiara el pañal a mi chamito mientras simplemente yo no hiciera nada en casa… ja, ja, ja. Aunque me coordiné para pasarla tranquilo, reconozco que hace muchísima diferencia tener gente a tu lado. Así que aprovecho y les resalto cuán importante es para muchísimas mujeres tratar de buscar apoyo de amistades, familiares e incluso miembros de su comunidad más cercana para saber cuándo pedir ayuda porque ello es también señal de fortaleza, amor y cuidado propio. Yo me acerqué a muchas redes acá muy lindas: frecuentaba, como un ejemplo de ello, a otras madres que nos reuníamos en el parque cerca de mi casa a hablar desde el cambio del ombligo, los pupús negros y los dolores de tetas. Me reí mucho… y esas experiencias las atesoro aún hoy día. Las mujeres somos poderozas juntas en un propósito.

Y ya luego de más de una decada de haberme convertido en madre, me asombró un tiempo y recibí con mucho orgullo algunos cambios de perspectiva que tengo respecto a la vida ahora en varios planos: desarrollamos una maravillosa voluntad de aceptar un desorden temporal en la vida mientras adaptamos lo nuevo, valoramos esas amistades fugaces que creas en una tarde de desahogo, aprendemos a encontrar alegría en cada momento de este viaje de ser madre. Y luego al sentir el abrazo de mi bebé, observar sus risitas en medio de la preocupación de no sentirme algo más util y creciendo profesionalmente o con mis otros planes, y tantas experiencia más, fueron haciendo de una u otra manera que cada acción o inacción sirviera; simplemente vivía como podía, consentida en muchas ocasiones, con abrazos, besos, y debates de quién cambiaría el pañal ahora. Y con mucho chocolate… sí que recuerdo los ricos chocolates con los que mi amor me apapachaba.

Suspiro con alegría y nostalgia leyendo esta inspiración de hoy… y así me despido. Abrazos.

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