¿Te ha pasado que cuando estás tan ocupado, abrumado, o sobrecargado de tantas cosas y pensamientos, fácilmente te desanimas y pierdes la ruta de aquello por lo que estás trabajando? Es como si cada vez que nos agobiamos por algo, tendemos a responder con acciones que nos hacen perder el camino a lo que realmente importa.
Cuando hablo con personas en situaciones difíciles, suelo, muchas veces inconscientemente, utilizar frases de ánimo o de tranquilidad por costumbre: «Relajate! ya pasará», «vamos a verle el lado bueno a lo que te sucedió», etc. Incluso lo hago por mi lema de creer que a quién está agobiado le caería bien una palabra de aliento. Y la verdad es que no siempre es lo correcto y hasta puedo ser mal interpretada.
El estréss que puede causar la vida, los trabajos, la situación económica de un país, todas las cosas que caen sin freno, realmente pueden destruir a la gente con tanta rapidez. En esos momentos difíciles muchos tienden a enfocarse demasiado en lo que no tienen. Se enfocan tanto en las cosas negativas, o energías opuestas a su verdadera intención. Algunos tienen tanto miedo a darse un chance a creer y soñar en que algo pueda ser diferente y positivo para ellos. Y a veces hasta se muestran molestos al ver que otros no estamos viviendo sus mismas circunstancias, y el solo hecho de presentir que somos conscientes de ello, les irrita aún mucho más.
Yo he tenido mis momentos críticos en donde me he cuestionado cada paso que he dado, en donde me he sobre exigido tanto como persona, y en donde ví claramente que varias de mis acciones no ‘daban la talla’ como yo esperaba. Y varios de esos días me frené en el acto y me dije -y me sigo diciendo-: «Espera, ¿qué es lo que pasa Sol? ¿Acaso no está mi Dios bello que siempre me entiende, que se que me escucha, y está a mi alcance? ¿Acaso lo que tengo, o no tengo, lo que logré o no logré no me ha dado suficientes razones para estar agradecida por tanto?» Y es allí donde te confieso que me he forzado incluso a sacarme una sonrisa varias veces hasta que la pueda mostrar con mucha soltura. Y justo en esos momentos es donde puedo llegar a sentir una tranquilidad espiritual que me permite expresar con corazón abierto mi agradecimiento por todo ello.
Hay que aprender a regalarnos minutos diarios para agradecer lo tanto que nos llega, recibimos y damos – y sí, también lo que no – porque lo que no hemos recibido o logrado ha de tener una razón.
Aprender a agradecer con el corazón abierto, y el hacerlo con frecuencia es una experiencia que solo cada quien podrá explicarse. Yo personalmente he experimentado momentos con ráfagas de energía o alegrías, de contínuas bendiciones, de lágrimas sin razón. Hay veces que he llegado a creer que este tipo de agradecimiento es como un secreto: cada vez que agradezco por las cosas, por las personas y por lo que me pasa, y me encuentro cerrando los ojos, es como si albergara siempre la expectativa de que algo nuevo descubriré cada vez que los abra. Y lo gracioso y sorprendente, es que las respuestas a muchas de nuestras incertidumbres están justo frente a nuestros ojos.
Dios es tan maravilloso y el universo tan abundante, que el simple hecho de agradecer con el corazón por todo genera un efecto tan ganador y pacífico inexplicable dentro de cada uno de nosotros cada vez que lop hacemos sinceramente.
Así que cuando te sientas un tanto agobiado, prueba regalarte unos minutos a la semana, principalmente esos días que enfrentas con más difícultades, y agradece. No te cierres, ni lo dudes… realmente agradece y sorpréndete.
Gracias por acompañarme y te deseo un buen día 🙂